Septiembre duele. Es como un dolor de huevos, al principio sólo notas el golpe, pero luego se hace cada vez más fuerte, y a medida que crece, te hace a ti más pequeño y débil para resistirlo. Quién tenga los cojones bronceados de negro agosto, me entenderá mejor que nadie.
Septiembre qué putón eres. Te follaste el verano cuando dobló la esquina y eyaculaste tu rutina otoñal encima de sus faldas. Septiembre, cerdo, hijo de ruta de viajes que llegan a su fin, cabrón despiadado, olvídate de mí y deja correr tus días a toda velocidad.
Hoy, más que nunca, empiezas con tu cadencia de horarios fijos. Hoy, más que siempre, celebraré tu llegada brindando con la copa bien alta, al mismo tiempo que te enseño el dedo corazón mientras te saco la legua. Déjalo ya Septiembre, emborráchate conmigo hasta quedarnos dormidos en algún portal. Luego, ya despertaremos con la resaca de otoño en plena primavera. Y entonces, tú te convertirás en abril y yo en la lluvia que riega tus días.