lunes, 6 de septiembre de 2010

Basado en pechos reales



Desde pequeño Juanín estaba obsesionado con los pechos. Veía tetas hasta en los lugares más inverosímiles, cualquier forma o contorno sinuoso eran ubres, grandes ubres. Pobre Juanín, todo el día rodeado de tetas ficticias. En ocasiones se quedaba parado, en estado tetatónico durante largas horas.

Su madre lo llevó al médico. Mi hijo, aparte de ir más salido que la nariz de Cyrano – le comentó totalmente histérica - se está desviando del camino de Dios y sólo hace ver que tetas todo el día. A veces me lo encuentro chupando el canto de la mesa o tocándole los arbustos a la vecina, Díos mío Doctor, ayúdele. 

A ver Juanín, cuando yo te digo manzanas, ¿tú qué piensas? – le pregunta el médico. En tetas – responde el chaval -. ¿Y si te digo melones?. En tetas grandes, señor. ¿Y si te digo sandías? En tetas grandes y rojitas. Muy bien, ¿y si te digo parabrisas? En tetas también, señor. A ver, Juanín. Puedo entender que si te pregunto por frutas encuentres cierta similitud con los pechos, ¿pero un parabrisas?. Tiene lógica, doctor, porque un parabrisas se mueve de izquierda a derecha y yo – añade mientras mueve la cabeza de lado a lado, simulando que está delante de un parabrisas - veo tetas aquí y allá, allá y aquí.