martes, 1 de junio de 2010

Noche de boda



Tenía la corbata atada a la cabeza y la dignidad a los cordones de mis zapatos de punta negros. Cuando calló el ramo en mis brazos el tiempo se detuvo, las miradas también, aquella chica, mi padre, el padrino, la madrina, la madre que parió a la novia, todos  clavaron sus afiladas retinas en mi rostro esperando una respuesta. Yo y mi acompañante, un vaso de tubo largo, alzamos nuestras manos tambaleándonos entre el gentío y, con la dicción espesa de un camello sediento, gritamos - ¡wiscky los novios!