martes, 11 de mayo de 2010

Menos quinientos


 

Caía la lluvia con fuerza y la tarde y la pena en esa calle estrecha. Lucas no tenía más que un corazón roto en el bolsillo y una sonrisa débil que contenía sus ganas de gritar. Por no tener, no tenía ni dinero para coger el metro. Así que decidió seguir caminando y vagar sin rumbo alguno.

Tantos pasos empezaron a marearle y llegó a perder el norte y el sur, incluso la  noción de la izquierda y la derecha. Perderse siempre es algo extraño, pero más extraño es cuando te encuentras un billete de quinientos euros en pleno asfalto mojado. Y así fue cómo él se perdió del todo. Se  gastó hasta el último cero de los quinientos que vestían aquel billete. Se lo dejó en sexo, drogas y en sexo que se droga con sexo. Eso sí, en el quicio de la noche, recostado en una cabina, echó la última moneda para llamar a la suerte y darle las gracias. La suerte, perpleja, le contestó que no sabía si era el mejor momento para atenderle, tenía en la otra línea una persona reclamándole un billete.