domingo, 7 de febrero de 2010

La envidia del cielo




¡Al ladrón! Y todos salieron corriendo hacia a él. ¡Correr, se escapa! Y todos corrieron más rápido. ¡Cuidado, parece que va a saltar! Y sus pies se quedaron mudos. Quietos, sin nada que decir. ¡No hace falta que saltes!, gritaron sus voces.

¡Silencio!

¡Prefiero morir, antes que devolveros lo que me pertenece! ¡Me llevaré a la tumba todas vuestras alas! ¡Porque aquí el único ángel caído!



¡Seré yo!