lunes, 15 de febrero de 2010

Kafkaína





La primera vez que leí “La Metamorfosis” me sentí como una cucaracha. El libro no es demasiado largo, así que volví a leerlo varias veces, y la cucaracha se hizo más grande. Pasé algunas tardes refugiado entre sus páginas, correteando por las paredes de mi habitación, preguntándome por qué no podía dejar de leer ese libro. La respuesta, Kafka nunca me la dijo. Supongo que él tampoco sabría responderme porque el hijoputa escribía tan bien.