miércoles, 10 de febrero de 2010

Chubasquiero



Yo no sé llevar paraguas. Es más, cuando llueve me cobijo bajo los balcones y las sombras de los tejados. El problema viene cuando las personas que sí los llevan, caminan en la mima línea fronteriza de la acera, donde mis pasos pretenden llegar a su destino mojándose lo mínimo. Pero no se inmutan, ellos siguen de frente ignorando mi exitencia. Entonces tengo que esquivar sus inmensos inventos impermeables, y acabo en medio de la acera con esa cara de gilipollas que se te queda cuando llueve, mojándome y zafándome de un ejercito de paraguas que quieren sacarme un ojo y desplazarme a la carretera para que me atropelle un limpiaparabrisas. En fin.

Después de este ejercicio de supervivencia, llegó al trabajo y escucho cómo se ríen de mí – joder, niño, estás más mojado que un viejo verde en una playa nudista. Y a mí que no me gustan los paraguas, me sale de dentro preguntarles-  ¿vosotros lleváis paraguas? Sí, claro – responden al unísono. Pues que sepáis que la calle no es vuestra, y que no pienso mojarme más por vosotros.