domingo, 3 de enero de 2010

Publichiste








Un día tuve una idea, hacerme publicista. Otro día tuve otra peor, hacer un anuncio. Al cabo de unos meses se me ocurrió otra más pésima, creer que era creativo. Pasaron más días y todas esas malas ideas se reproducían sin cesar. Eran una plaga. Una especie de invasión. Y entre bailes de titulares absurdos, guiones decrépitos y millones de “disfruta” “consigue” “gratis”  “por sólo” “único” “mira la letra pequeña” “cómprate una lupa”, se me ocurrió la peor idea de todas, dejar de pensar.