domingo, 6 de diciembre de 2009

Riendo a lágrima viva.






Aquella tarde de sábado era un puñal clavado en la nostalgia. Mis lágrimas corrían por el pasillo de mi casa, jugueteando con mis recuerdos. Mis manos, no eran menos. Allí estaban persiguiendo el eco de su risa llorona. Deprisa, despacio, deprisa y deprisa y más deprisa hasta acabar con el corazón en la garganta. Pero ellas sortearon mis pasos burlándose de mí a carcajada limpia, partiéndose la caja de mi despropósito.

Y así fue cómo llamaron a otras lágrimas y el juego se hizo más grande, tan grande, que acabaron por reírse a coro de mis torpes pasos por atraparlas. Y yo, yo acabé por correr tras sus huellas a toda risa, riéndome con ellas de mi triste impotencia por borrar el dolor. Y entonces, agotado de tanto correr, comprendí que el dolor sólo se borra con una sonrisa. Con una sonrisa como ésta, y como la que acabas de dibujar tú.