martes, 17 de noviembre de 2009

Cafeína






Él se levanto como cada día. Primero con el pie izquierdo y luego con la mala suerte de poner el derecho en el suelo. Eso le condenó a seguir con su rutina, ese dios que aman algunos, ese lucifer para otros. La ciudad latía con horario de lunes y el destino se asomaba con su lengua burlona tras las esquinas.

Asqueado por el gris de la mañana, entró en un bar con la esperanza de encontrar algo de consuelo en una taza de café. Al sentarse y levantar la mirada se encontró de frente con los ojos de una camarera, y una clásica pregunta – ¿te pongo algo? Él, con una sinceridad abrumadora contestó – la verdad es que sí, me pones mucho.